
TodavÃa recuerdo aquel libro gigantesco de color gris platino que guardaban mis padres junto a las múltiples revistas y colecciones de tiras cómicas en un olvidado tramo del armario de mi hermano. “Los diez años de mafaldaâ€�, decÃa la dichosa portada, y yo con mis diez escasos años para digerirla, y ahora que lo pienso me parece algo asi como una jugarreta del destino, una invitación perfectamente estudiada para una niña de diez años que creÃa encontrar tesoros escondidos en un armario repleto de pertenencias de mayores.
Asterix y Obelix, Mortadelo y Filemón, la colección completa de Parramón y junto a ellos, la terrible niña que odiaba la sopa con las mismas ganas de ser astronauta o de conocer a los Beatles en persona. Pero por aquel entonces todavÃa no me producÃa indigestión, mucho menos angustia; pensaba que debÃa reirme con las tiras sin consultar al diccionario de cabecera o preguntar a mis padres quién era “la OEAâ€�.
Asà fue como la devoré durante tiempo considerable, sin preocuparme por entender, después de todo ahi estaba la tira siguiente, que de seguro la entenderÃa y hasta habrÃa de regalarme una sonrisa.
Imaginar a mis padres leyendo a Mafalda era lo único que por momentos no encajaba; de seguro leÃan aquel libro cuando eran niños como yo. Eso pensaba, ahora no habrÃa tiempo y mucho menos interés en su ajetreo de vida, Mafalda era nuestro libro heredado y por suerte, todavÃa nos restaban muchas páginas por leer.
Entonces Mafalda que querÃa parecerse cada vez más a mà y yo que no la dejaba, quizás porque yo no escuchaba la radio tanto como ella y mucho menos tenÃa una relación tan estrecha con el globo terraqueo de casa. Mafalda era irremediablemente diferente, pero aún asi, en el fondo, querÃa parecerme a ella. Me gustaba cuando se trepaba en el puff con un bombillo en la mano y decÃa que era la libertad, ¿pero qué tenÃa que ver la libertad con Nueva York? ¿Acaso era la misma a la que se referÃa mi Papá? Entonces la libertad era Nueva York y Papá nunca me lo dijo, la OEA era un juego de mesa y Vietnam era el lugar donde se luchaba por llegar a Nueva York y yo qué sé…habÃa que preguntar, porque el Socialismo no podÃa ser el acto de socializar y el Tercer Mundo no podÃa existir porque sólo habÃa uno y a ese le llamábamos Tierra, entonces Mafalda no era tan divertida porque perturbaba, me perturbaba a mà que no sabÃa qué cosa era la Unión Soviética, y si iban a seguir hablando de ella, debÃa saber por qué una unión que fuese “soviéticaâ€�, tenÃa que ser tan importante para Mafalda.
Y Mafalda “la complicadaâ€� ya me estaba complicando la existencia, pero preguntar a mi madre era peor porque entonces sacaba el atlas y comenzaba una charla desde la invención del fuego hasta las consecuencias económicas de la Revolución Industrial. Pero ya nada podrÃa ser peor, porque al fin descubrà que tanto papá como mamá, se parecÃan a Mafalda más que a mà y serÃa mejor escucharlos para poder entender tan siquiera un retazo de los discursos de mi tormentosa amiga.
En poco tiempo el juego de las preguntas se hizo delicioso, conocÃa cosas que mis amigos desconocÃan, llegué a jurar que en todo el colegio nadie tendrÃa estas informaciones, desde mi curso hasta el de los grandes de cuarto de bachillerato, nadie-sabÃa-nada, de eso no cabÃa la menor duda, bueno, al menos que alguno de ellos hubiese tenido también el libro gris de los Diez años de Mafalda, aunque ciertamente era poco probable, el libro era viejo y habÃa pertenecido a mis padres cuando eran niños, además, de seguro se habÃan cansado de no entender nada y jamás habÃan preguntado a sus padres.
Lo mejor era la reacción de los profesores, me gustaba que supieran que manejaba informaciones desconocidas por el resto de los niños, pero más me gustaba que no perdieran el tiempo como mis padres, para explicarles qué cosa era la perestroika o por qué Mafalda se entristecÃa tanto al hablar de Hiroshima.
Todo únicamente lo sabÃamos mi hermano y yo, porque tenÃamos a Mafalda en casa y habÃamos hecho todas y cada una de las preguntas necesarias.
Aunque no todo fue siempre perfecto, de buenas a primeras aparecÃa una tira en la que nuestra amiga decÃa que querÃa se psicoanalizada, entonces, gracias a la ausencia laboralmente justificada de mis padres, mi hermano de 11 años improvisaba una conferencia explicativa sobre la correcta pronunciación del término excluyendo la letra p. Su conocimiento “pronunciativoâ€� era más que entendible, Albertico tenÃa un año más que yo, lo cual significaba un año más de experiencia en el quehacer del conocimiento global. El asunto se complicaba si acaso nuestra pequeña mencionaba a un tal Freud “conocedor de los sueñosâ€�, porque entonces debÃamos buscar en la parte trasera del querido Larousse, para saber si la amiguita inventaba o era cierto que existÃa un señor que conocÃa el significado de todo lo que soñábamos.
Asà fue como Mafalda fue complicando mi vida a la vez que la fue haciendo interesante, sólo habÃa que preguntar qué diablos querÃa decir en cada caso y entonces todo se hacÃa exquisitamente lúcido. Claro, que mi manera de asimilar los discursos cambiaba a través de los años, cada vez con múltiples matices y posturas, tan distintas, que en ocasiones llegué a sostener riñas de todos los colores con Papá y Mamá. Pero esa es otra historia, después de todo el libro gris les pertenecÃa a ellos y no a mÃ…al menos no a mi generación.
Giselle Fiallo Scanlon,
Septiembre del 2000.
1 comentario:
En mi casa también estaba ese libro y en mi Blog dedico un espacio a Mafalda, esa muchachita de solo 6 años de edad que llenó mi cabeza de mil ideas y me hizo preguntar a mis padres esas mismas preguntas que la atormentaban a ella.
A medida que fueron pasando los años, y que fui madurando, entendà entonces la simbologÃa de cada uno de los personajes. La diminutividad de su amiguita Libertad, el egocentrismo de Susanita, la ingenuidad de Miguelito, la bondad de Felipe, la simpleza de Manolito, la inocencia de Guille y lo increiblemente común de sus padres.
Aunque no son Tiras Cómicas de mi generación, Mafalda es el comic por antonomasia de las ideas radicales!!!
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