02 marzo 2005

Parafernalia Mafaldiana

Image Hosted by ImageShack.us


Todavía recuerdo aquel libro gigantesco de color gris platino que guardaban mis padres junto a las múltiples revistas y colecciones de tiras cómicas en un olvidado tramo del armario de mi hermano. “Los diez años de mafalda�, decía la dichosa portada, y yo con mis diez escasos años para digerirla, y ahora que lo pienso me parece algo asi como una jugarreta del destino, una invitación perfectamente estudiada para una niña de diez años que creía encontrar tesoros escondidos en un armario repleto de pertenencias de mayores.

Asterix y Obelix, Mortadelo y Filemón, la colección completa de Parramón y junto a ellos, la terrible niña que odiaba la sopa con las mismas ganas de ser astronauta o de conocer a los Beatles en persona. Pero por aquel entonces todavía no me producía indigestión, mucho menos angustia; pensaba que debía reirme con las tiras sin consultar al diccionario de cabecera o preguntar a mis padres quién era “la OEA�.

Así fue como la devoré durante tiempo considerable, sin preocuparme por entender, después de todo ahi estaba la tira siguiente, que de seguro la entendería y hasta habría de regalarme una sonrisa.

Imaginar a mis padres leyendo a Mafalda era lo único que por momentos no encajaba; de seguro leían aquel libro cuando eran niños como yo. Eso pensaba, ahora no habría tiempo y mucho menos interés en su ajetreo de vida, Mafalda era nuestro libro heredado y por suerte, todavía nos restaban muchas páginas por leer.

Entonces Mafalda que quería parecerse cada vez más a mí y yo que no la dejaba, quizás porque yo no escuchaba la radio tanto como ella y mucho menos tenía una relación tan estrecha con el globo terraqueo de casa. Mafalda era irremediablemente diferente, pero aún asi, en el fondo, quería parecerme a ella. Me gustaba cuando se trepaba en el puff con un bombillo en la mano y decía que era la libertad, ¿pero qué tenía que ver la libertad con Nueva York? ¿Acaso era la misma a la que se refería mi Papá? Entonces la libertad era Nueva York y Papá nunca me lo dijo, la OEA era un juego de mesa y Vietnam era el lugar donde se luchaba por llegar a Nueva York y yo qué sé…había que preguntar, porque el Socialismo no podía ser el acto de socializar y el Tercer Mundo no podía existir porque sólo había uno y a ese le llamábamos Tierra, entonces Mafalda no era tan divertida porque perturbaba, me perturbaba a mí que no sabía qué cosa era la Unión Soviética, y si iban a seguir hablando de ella, debía saber por qué una unión que fuese “soviética�, tenía que ser tan importante para Mafalda.

Y Mafalda “la complicada� ya me estaba complicando la existencia, pero preguntar a mi madre era peor porque entonces sacaba el atlas y comenzaba una charla desde la invención del fuego hasta las consecuencias económicas de la Revolución Industrial. Pero ya nada podría ser peor, porque al fin descubrí que tanto papá como mamá, se parecían a Mafalda más que a mí y sería mejor escucharlos para poder entender tan siquiera un retazo de los discursos de mi tormentosa amiga.

En poco tiempo el juego de las preguntas se hizo delicioso, conocía cosas que mis amigos desconocían, llegué a jurar que en todo el colegio nadie tendría estas informaciones, desde mi curso hasta el de los grandes de cuarto de bachillerato, nadie-sabía-nada, de eso no cabía la menor duda, bueno, al menos que alguno de ellos hubiese tenido también el libro gris de los Diez años de Mafalda, aunque ciertamente era poco probable, el libro era viejo y había pertenecido a mis padres cuando eran niños, además, de seguro se habían cansado de no entender nada y jamás habían preguntado a sus padres.

Lo mejor era la reacción de los profesores, me gustaba que supieran que manejaba informaciones desconocidas por el resto de los niños, pero más me gustaba que no perdieran el tiempo como mis padres, para explicarles qué cosa era la perestroika o por qué Mafalda se entristecía tanto al hablar de Hiroshima.

Todo únicamente lo sabíamos mi hermano y yo, porque teníamos a Mafalda en casa y habíamos hecho todas y cada una de las preguntas necesarias.

Aunque no todo fue siempre perfecto, de buenas a primeras aparecía una tira en la que nuestra amiga decía que quería se psicoanalizada, entonces, gracias a la ausencia laboralmente justificada de mis padres, mi hermano de 11 años improvisaba una conferencia explicativa sobre la correcta pronunciación del término excluyendo la letra p. Su conocimiento “pronunciativo� era más que entendible, Albertico tenía un año más que yo, lo cual significaba un año más de experiencia en el quehacer del conocimiento global. El asunto se complicaba si acaso nuestra pequeña mencionaba a un tal Freud “conocedor de los sueños�, porque entonces debíamos buscar en la parte trasera del querido Larousse, para saber si la amiguita inventaba o era cierto que existía un señor que conocía el significado de todo lo que soñábamos.

Así fue como Mafalda fue complicando mi vida a la vez que la fue haciendo interesante, sólo había que preguntar qué diablos quería decir en cada caso y entonces todo se hacía exquisitamente lúcido. Claro, que mi manera de asimilar los discursos cambiaba a través de los años, cada vez con múltiples matices y posturas, tan distintas, que en ocasiones llegué a sostener riñas de todos los colores con Papá y Mamá. Pero esa es otra historia, después de todo el libro gris les pertenecía a ellos y no a mí…al menos no a mi generación.


Giselle Fiallo Scanlon,
Septiembre del 2000.

1 comentario:

Libélula dijo...

En mi casa también estaba ese libro y en mi Blog dedico un espacio a Mafalda, esa muchachita de solo 6 años de edad que llenó mi cabeza de mil ideas y me hizo preguntar a mis padres esas mismas preguntas que la atormentaban a ella.

A medida que fueron pasando los años, y que fui madurando, entendí entonces la simbología de cada uno de los personajes. La diminutividad de su amiguita Libertad, el egocentrismo de Susanita, la ingenuidad de Miguelito, la bondad de Felipe, la simpleza de Manolito, la inocencia de Guille y lo increiblemente común de sus padres.

Aunque no son Tiras Cómicas de mi generación, Mafalda es el comic por antonomasia de las ideas radicales!!!